Un hombre aparcó su coche al borde de un camino intransitable y helado en las montañas del sur de Europa, y prosiguió caminando en busca de un cazador de trufas que, según le habían contado, vivía por la zona.
Aquel día...
marcó el inicio de nuestra empresa y también el de una forma de trabajar que nos enseñó que no todo aparece en un mapa y que no todo se encuentra fácilmente donde uno quiere que esté.
Nos mostró...
que las cosas realmente valiosas de la tierra sólo podían encontrarse con instinto, trabajo duro y ensuciándose tanto las manos como las botas. Nos dimos cuenta de que ese era el pacto que debíamos sellar con la naturaleza.
Trabajaríamos...
con ella bajo sus reglas. Estuviera donde estuviera y no donde nosotros hubiéramos querido encontrarla.
Y si hacíamos este esfuerzo...
la naturaleza nos premiaría con uno de sus más apreciados regalos.
Regalos que nosotros quisimos llevar a las mejores cocinas del mundo.
Y hoy, 30 años más tarde, es exactamente lo que hacemos.
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